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«La vida sigue igual» – Reseña de Leo Quinteros para el nuevo disco de Perrosky

«La vida sigue igual» – Reseña de Leo Quinteros para el nuevo disco de Perrosky

Este es el tercer disco que Perrosky publica como solista. Se trata de canciones que quedaron sin terminar o fuera de algún disco del dúo. Bases e ideas sueltas que durante el encierro forzado por la peste el “Perro” fue rescatando y dando forma. Sin embargo, no se trata de una colección inconexa, sino que, al contrario, revela la existencia de un estilo, de una personalidad musical hecha y derecha.

La primera vez que escuché a Perrosky (dúo) en vivo, tuve la sensación de haber presenciado una misa. Fue hace más de diez años, harto más. Me acuerdo que llevaban el blues a una interpretación totalmente chilena en un trance pagano y sacro de dos hermanos en perfecta sincronía. Escuchar estas grabaciones, sin embargo, me dan una sensación diferente. Aquí hay un solo hombre, un padre en el antejardín tocando la guitarra en un almuerzo de verano. Y en ese padre hay punk, hay cóndor y hay Capra.

La guitarra blues y el folclore latinoamericano tienen todo que ver, y si entras en uno entras al otro. Y en estas grabaciones eso está plasmado en sonidos que no son gratuitos, que vienen del estudio del instrumento. Perrosky es un guitarrista avanzado, dueño del blues y amigo de Atahualpa.

En “La Sentencia”, Perrosky nos canta a los encuarentenados: “Resiste, amigo, resiste”. Y creo que ahí hay una clave del imaginario de las letras de Perrosky, el personaje que lucha contra una realidad imposible, el que escapa, el que está condenado y necesita una palabra de apoyo, un amigo, o la ilusión del amor.

Esta, como otras de Perrosky, no es una grabación quirúrgica, es una grabación realista, viva, con roce y superficie. Hay momentos, especialmente aquellos en que la guitarra se toma el disco, en que te saca de la ciudad y te lleva a otros lugares, al campo o al desierto.

“Simple” la canción que naturalmente se destacaría en un mundo donde existieran aún los singles 45, tiene además de todo lo descrito anteriormente, algo de canción latinoamericana de los setentas que abre aún más el espectro del disco. Y creo que también resume un poco la mirada que como auditor siempre he tenido de la música de Perrosky, profunda, sentida y sin necesidad de complicaciones o adornos innecesarios. Como cuando alguien nos habla honestamente, sin rodeos. Al grano.